Saturday, July 29, 2006


El Puentecito
Vieytes y Luján. Barracas (junto al antiguo Puente Pueyrredón)

Entre y gire a la derecha, un viejo código del lugar dice que la otra parte del salón es para los colectiveros del 12.
Las carnes a la parrilla son de primera y los pescados son buenos, pero el plato a pedir es Pollo al Puentecito. Hace años que los afrancesados chefs de todos los Palermos tratan de imitarlo pero no logran dar con el punto del pollo, ni con esa gruesa costra que lo cubre. De las papas a la española y la salsa de ajo no vamos a hablar, vaya y pruebe. No se preocupe por las reservas ni los horarios, está abierto las 24 horas. Los precios son moderados.
La ambientación no es más que una barra modesta, el verdadero atractivo está afuera, en la decadencia sórdida de las orillas del Riachuelo. El Puentecito es lo único que sobrevive de una época de esplendor en la que Vieytes era el paso obligado de la ciudad hacia el sur.

Benson recomienda completar el Barracas Tour con un breve paso por la antigua estación Hipólito Yrigoyen, y volver por Pedro de Mendoza hasta La Boca. Somos viejos clientes de esta fonda y la recomendamos. Ideal para disfrutar una tarde, noche o madrugada de invierno porteño: frío, llovizna y nostalgia.

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Saturday, July 15, 2006


El Hornero
José María Moreno 655. González Catán (frente a la estación)

Los dueños del lugar son dos hermanos: uno viaja por la provincia y compra los insumos, el otro le traerá el menú y servirá la comida. Antes de empezar a estudiar la carta, pida las empanadas de ciervo con romero.
Benson pidió yacaré a la crema de verdeo (un manjar) pero también hay carpincho, jabalí, ciervo, liebre y perdiz. Los pescados (pacú, tiburón y trucha) y las ranas a la provenzal son excelentes.
Si la comida es soberbia, la ambientación paga el viaje por sí misma. El local tiene las proporciones amplias de una antigua pulpería y al fondo hay una especie de altar que combina un nido de hornero con Gardel, Maradona del ´79 y un televisor que sostiene a un viejo puma embalsamado. Hay cuernos, cabezas de animales, ruedas de sulky, y todo de un color amarillento mezcla de tierra y paso del tiempo.
Los postres fueron aceptables, viejos tangos como música de fondo y para la desepedida una copa de orujo sólo para valientes.
Tome la autopista y llegue hasta El Hornero (cierra temprano). Imperdible.

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Tuesday, July 04, 2006


Manolo
Bolivar esquina Brasil (A partir de Enero de 2007 en Bolivar y Cochabamba)
Aunque el viejo asturiano ya le dejó a sus hijos el manejo de la caja, está en todas partes. Le abrirá la puerta, le informará el tiempo de espera y le indicará cuál es su mesa. La carta es variada y las especialidades milanesa rellena, pescados, mariscos y elaboradas carnes a la houston, a la irlandesa y demás. No se confunda, no llegamos hasta el fondo de la calle Bolívar (San Telmo casi Barracas) para pedir complicado: bife de chorizo con fritas o milanesa gran manolo (napolitana con huevo y aceitunas). Ni se le ocurran las pastas.
El ambiente es austero, abarrotado y ruidoso. Además, como en toda fonda que se precie, no hay obsesión por la limpieza. La decoración, barroca y anárquica, no deja un centímetro de pared sin banderines, recortes de diario o retratos de Manolo.
Pida una entrada (son todas excelentes) y un plato cada dos. De postre, anímese con el semi extinguido Banana Split.

Haga el intento, en pocos lugares de la ciudad va a comer así por quince pesos.

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